Agarrada a las rocas, la crista marina está sometida a un estrés térmico permanente: unas veces quemada por el sol, otras veces azotada por las olas, el viento y las salpicaduras e incluso a veces sumergida dentro del agua. Su alto contenido en vitamina C y en sales minerales desde hace tiempo ha hecho de ella un complemento nutricional muy apreciado por los marineros enrolados en largos viajes. Sus células madre poseen el poder de regular los desórdenes pigmentarios y la renovación celular, para una piel más fuerte, más resplandeciente y más tónica. Por eso, nuestra biotecnología desea reconciliarse con esta planta.